«¿Y ahora qué?» Implementación de un taller de Escritura Auto-analítica para terapeutas en formación

Extraído de: Acuña Ditzel, J. (2021). «¿Y ahora qué?» Implementación de un taller de Escritura Auto-analítica para terapeutas en formación. Revista Psicoanálisis de las Configuraciones Vinculares, 44.

Las presentes reflexiones se enmarcan en un contexto institucional. Específicamente en el trabajo que realizamos en el programa de formación clínica de la Casa del Cerro, ubicada en la comuna de Renca (Santiago de Chile).

Algunos datos adicionales sobre la corporación: nuestra sede se ubica en la población Huamachuco II, una zona caracterizada por la precariedad socioeconómica pero con identidad barrial. A comienzos de los años 90 emerge un programa llevado a cabo por la Casa de la Mujer Pobladora de Huamachuco y la Congregación de las Hermanas de la Misericordia. Este programa apuntaba a un espacio de apoyo para las necesidades de las mujeres que habitaban el sector. Con el correr de los años, y la posterior influencia del psicoanalista Michel Thibaut, este programa logra autonomía. Ya en 2003 construye, a través de un fondo presidencial, la sede de un Centro de Atención Psicológica y Comunitaria, la cual funciona hasta el presente bajo la dirección de Ps. Matías Marchant.

Casa del Cerro ha implementado en los últimos 30 años diversos proyectos de intervención e investigación psicoanalítica. Sus principales iniciativas han estado relacionadas con la atención psicológica a los vecinos de la población Huamachuco; así como sucesivas propuestas en el ámbito de la infancia vulnerada y en colaboración con programas de protección de la infancia y residencias de NNA.

De forma paralela y sostenida en estas décadas, Casa del Cerro se ha mantenido en colaboración con universidades y ha funcionado como centro de prácticas profesionales para estudiantes de psicología y de pasantías clínicas para psicólogos interesados en una formación psicoanalítica con una impronta territorial y sensible a las problemáticas asociadas a la deprivación socioeconómica y a la infancia vulnerada.

La llegada de la pandemia

La cuarentena decretada por la autoridad sanitaria en el contexto de la pandemia por COVID-19 implicó que tuviésemos que idear cambios e introducir novedades en las formas de intervención psicosocial en el territorio. Además, obligó a una reestructuración de nuestro programa de formación clínica.

Si bien los espacios regulares de supervisión clínica y grupo de estudio podían ser realizados por vía remota, debimos suspender nuestro seminario de observación de bebés y acompañamiento terapéutico (inspirado en el modelo de Esther Bick), debido a que las residencias de infantes donde trabajábamos limitaron las posibilidades de acción en sus dependencias. Dicho seminario era parte integral de la propuesta formativa de Casa del Cerro. Como institución, nos encontramos ante la disyuntiva de suspender el programa de formación clínica de forma indefinida hasta que retornara la “normalidad”. Nos confrontamos a la pregunta: «¿y ahora qué…?»

Finalmente decidimos adaptar la propuesta formativa a las condiciones de virtualidad que se nos imponían. Entre las propuestas incluimos un nuevo taller orientado a nuestros terapeutas en formación, llamado de «Escritura Autoanalítica», el cual pasamos a describir a continuación.

¿Escritura auto-analítica?

El estado de autoobservación en que se ha abolido la crítica, en modo alguno es difícil. La mayoría de mis pacientes lo consuman después de las primeras indicaciones; yo mismo puedo hacerlo a la perfección, si me ayudo escribiendo mis ocurrencias (Freud, 1900, p. 125)

En lo que respecta a la escritura como campo de manifestación de lo inconciente, encontramos tempranos y variados ejemplos en el mismo Freud. Podríamos considerar que fue en su Psicopatología de la vida cotidiana (1901) donde realizó una revisión más sistemática: junto a los deslices en la lectura conforman un capítulo entero de este libro. Reafirma su estatuto tanto en las Conferencias de 1909 (Freud, 1910) como en las de 1916-17. Su interés por las manifestaciones fallidas en la escritura no se extinguió en su obra posterior. Aparece incluso en un opúsculo tardío (Freud, 1935), donde analiza una experiencia personal con una carta.

En los años venideros se volvió evidente que, en el ejercicio clínico del psicoanálisis, le hemos prestado mayor atención a otros fenómenos de lo inconciente, sean estos sueños, fantasías y otros actos fallidos, en tanto sean susceptibles de ser puestos en palabras en el discurso hablado del paciente.

El uso de la escritura como herramienta puede ser rastreado en diferentes momentos de la historia de la psicoterapia; sin embargo, aparece de forma discontinua en las distintas perspectivas teórico-clínicas y no habían logrado configurar un corpus coherente (Brand, 1979). En tal sentido, el abordaje experimental de James Pennebaker en la década de los 80 consolidó un importante campo de trabajo e investigación sobre la “escritura terapéutica”. Desde el ámbito clínico, tampoco se debe desconocer el interés que al respecto recoge la terapia sistémica narrativa, donde la obra de White y Epston (1993) ha sido un referente. Sin embargo, estas aproximaciones adolecen de no considerar la dimensión inconciente, elemento distintivo y central de nuestra orientación. El lector que esté interesado en una propuesta que vincula los desarrollos de la escritura como herramienta psicoterapéutica y la psicoterapia psicoanalítica, podrá referirse a los trabajos de Lanza Castelli (2006; 2007).

En lo que refiere a la transmisión, el panorama no parece haber cambiado mucho de la denuncia que hacía Bernet (1991) hace más de tres décadas, cuando afirmaba que la consideración por la escritura parecía casi ausente en los programas de formación de psicoterapeutas. A pesar de las referencias explícitas encontradas en la obra freudiana, los programas de formación de analistas no muestran mayor consideración por la escritura como campo de intervención clínica.

Si la escritura como campo de expresión de lo inconciente ha sido descuidado en psicoanálisis, lo que concierne a la posibilidad de un «autoanálisis» ha sido en cambio objeto de amplio debate.

A pesar de que el «autoanálisis» de Freud ha sido asumido como uno de los orígenes míticos del psicoanálisis, él mismo era consciente de sus limitaciones (Freud, 1950 [1897]; 1900; 1935). Eso no le impidió reconocer su valor y recomendarlo como práctica complementaria para los propios analistas (Freud, 1912; 1914a). No obstante, en la literatura encontramos férreos detractores de esta posibilidad (por ejemplo, Porge, 2010), quienes denuncian las desvirtuaciones a las que podría arrastrar esta noción.

Last but no least, añadimos a la discusión la respuesta que dio Lacan en 1975 a unos estudiantes en la Universidad de Yale cuando le preguntaron por la posibilidad del autoanálisis. Parece particularmente relevante pues menciona explícitamente el asunto de la escritura: «El autoanálisis de Freud era una writing-cure, y creo que fue por eso por lo que fracasó. Escribir es diferente de hablar. Leer es diferente de escuchar. No creo en la writing-cure» (Lacan, 1976). Es interesante constatar que para Lacan el significante escrito no parece tener el mismo estatuto del significante hablado.

Por las razones expresadas, se puede afirmar que un taller de «escritura autoanalítica» es un dispositivo que se ubica en los límites de la experiencia analítica: tanto en lo que refiere a la clínica como a la formación. De ahí el interés por sus posibilidades, así como la necesidad de seguir investigando y conceptualizando esta experiencia. Su presentación en contexto telemático le añade también otro interés. Tal como señala Del Cioppo (2020), estos nuevos dispositivos virtuales instituyen nuevas geografías para territorios que, como analistas, creíamos conocidos.

El dispositivo

La propuesta de Taller de Escritura Auto-analítica tenía un doble objetivo: por un lado, desarrollar la técnica de la escritura como una herramienta en el proceso formativo personal como psicoterapeuta. Por otro lado, familiarizarse con la identificación e intervención sobre los fenómenos de lo inconsciente que aparecen en la escritura, en forma análoga a como podrían aparecer en el discurso del paciente.

La metodología constaba de tres componentes: la instancia de escritura personal; la instancia de intercambio grupal y la revisión de una bibliografía seleccionada.

Respecto a la primera, se sugirió que cada participante mantuviera un cuaderno o libreta personal para realizar los ejercicios de escritura. Se enfatizó en la importancia de sostener y libidinizar tanto el marco temporo-espacial para el hábito de escribir, como la materialidad misma de esta libreta (que actualmente llamamos Wunderblock, en referencia a la metáfora freudiana).

En relación al espacio grupal, se realizaron aproximadamente 15 sesiones semanales de 75 minutos cada una.

Las sesiones fueron agrupadas en tres momentos: introducción la escritura terapéutica (donde se revisaban los fundamentos de esta herramienta y se realizaban ejercicios guiados); escritura autoanalítica (donde se daba paso al ejercicio libre de la escritura con foco en la identificación e intervención sobre fenómenos de lo inconciente); y análisis de sueños. Hacia el final del taller se realizó una sesión de evaluación, donde se utilizó la técnica de Fotolenguaje (Vacheret, 2014).

Cabe señalar que el dispositivo del taller comparte algo más con el de fotolenguaje y refiere al rol del tallerista o coordinador. Éste también participa de los ejercicios y de los intercambios con el grupo. Se ubica en una doble posición: asimétrica, asociada al liderazgo de la tarea; pero también simétrica, en cuanto a la puesta en común del material psíquico.

Hallazgos

La emergencia de lo grupal. Si bien los objetivos del taller apuntaban principalmente a la exploración de una técnica con énfasis en lo intrapsíquico, con el correr de las sesiones se fue haciendo cada vez más evidente la relevancia del factor intersubjetivo. Las consignas de escritura de las primeras sesiones (listas, cartas, diálogos, preguntas hipotéticas) operaron en su función mediadora, por cuanto podían ser investidas por el grupo y, en el intercambio reflexivo semanal, facilitaron los intercambios de representaciones y enriquecieron las capacidades asociativas (Vacheret, 2014).

Uno de los primeros desafíos con los que se topó el grupo fue con lo que atinamos a identificar como fenómenos de resistencia. Algunos relacionados con obstáculos para realizar los ejercicios de escritura propuestos cada semana y que eran justificados desde contratiempos, olvidos, protestas frente a la consigna, ansiedades por abordar ciertos temas, llegar tarde a las sesiones, faltar a sesiones o, en un caso particular, abandonar el taller. Eventualmente el grupo fue capaz de identificar estos fenómenos y poder hablar de ellos, lo que permitió avanzar en su reelaboración (Freud, 1914b).

Uno de estos fenómenos de resistencia que fue objeto de mayor atención por parte del grupo refería a cuánto revelar de la experiencia de escritura a los otros participantes. Sentimientos de vergüenza, culpa, inadecuación, temor a incomodar a los demás o a exponerse demasiado fueron tema de discusión. «¿Hasta dónde uno muestra y hasta dónde uno vela?», se preguntaba alguno de los participantes. El grupo logra nominar este punto como la «barrera del cringe» — la cual refería al punto en que los participantes comenzaban a experimentar incomodidad tanto en sus respectivos ejercicios personales de escritura como al momento de compartir sus hallazgos/escritos con el grupo. Se reconocía, sin embargo, que era importante ir siempre un poco más allá de esta «barrera».

Se fue haciendo cada vez más evidente que la escritura personal de cada participante fue teniendo como horizonte la puesta en juego frente al grupo. El grupo operó como un Otro que movilizaba diversas fantasías: en principio persecutorias, aunque más adelante de contención. Advertimos también la relevancia que adquirió el dispositivo de taller como técnica mediadora al volver tolerable la alteridad del otro (Vacheret, 2004).

Durante el primer momento del taller (la introducción a la escritura terapéutica), uno de los ejercicios que caló más hondo entre los participantes fue el «diálogo con un síntoma». En este ejercicio, cada participante escribía un diálogo entre sí mismo y un síntoma, el cual aparecía personificado. Este ejercicio fue reconocido por el grupo como un momento pivote, pues en la sesión de reflexión se expusieron ante sus compañeros a través de expresiones sintomáticas muy personales, que habían mantenido muchas veces en celoso secreto. Al expresarlas, resignaban un semblante muchas veces asociado al psicoterapeuta, como un sujeto sin padecer o que, en el mejor de los casos, ya lo ha “superado”. Muy por el contrario, se mostraron como sujetos barrados: con malestares, contradicciones, y un saber insuficiente sobre aquello que los aquejaba.

Adentrándonos al segundo momento del taller (escritura autoanalítica), los participantes se fueron confrontando a la multiplicidad de fenómenos de lo inconciente que aparecían en su propia escritura: lapsus calami, repeticiones, equivocaciones, omisiones, aliteraciones, errores en el trazado de las letras, segmentación de palabras, permutaciones, entre tantas otras. Trascendieron los esfuerzos yoicos por desestimar esos “meros errores sin sentido” y, con un verdadero acto de fe en lo inconciente, se lanzaron a intervenir su propio discurso asociando libremente. Se sorprendieron una y otra vez de los derroteros que podían tomar estas asociaciones y las compartían en la sesión de reflexión. En una oportunidad, uno de los participantes señaló que durante un ejercicio tras escribir la expresión “me duele” se percató que a su percepción la primera “e” le pareció una “i”, mientras que la última le pareció una “o”. El sentido de la expresión original se trastocaba entonces hacia “mi duelo”. Este hallazgo lo desviaba del tren de pensamiento que lo había guiado hasta ese punto y lo transportaba hacia un tema muy sentido para él, el cual refería a una experiencia de aborto que había tenido junto a su pareja y que, a pesar del tiempo transcurrido, aún le afectaba y que no había tenido la oportunidad de hablar con otras personas.

Otro hito que marcó el último segmento del taller fue la convocatoria a presentar una ponencia en las X Jornadas de Reflexión de Casa del Cerro. Esta instancia anual reúne a diferentes expositores asociados al quehacer de la Corporación, quienes dan cuenta de sus reflexiones clínicas. De forma espontánea, el grupo de participantes —esta vez sin la participación del autor de este artículo— elaboraron un texto colectivo sobre su experiencia. Esta invitación les dio la oportunidad de pensar los diferentes momentos y movimientos que se dieron a lo largo del taller. El documento representa un interesante insumo para conocer de primera mano las vivencias de los participantes (Álvarez, Barrientos, Barriga, Bonnefoy y Espinosa, 2020). Tras la presentación se dio la posibilidad de comentarlo a partir de las preguntas de los asistentes de la jornada. En dicho intercambio se señaló además, cómo la instancia de este taller permitió compensar la falta de instancias informales que se dan en la presencialidad de un programa de formación (conversaciones de pasillo, tomando café o de camino al paradero del autobús, etc). Estos vínculos que en condiciones “normales” se forjan también a la intemperie habían quedado limitados a sesiones Zoom, donde la posibilidad del gesto espontáneo estaba claramente obstruida.

La evaluación. Para el cierre del taller se optó por recurrir a una sesión de fotolenguaje. Esta técnica se consideró particularmente adecuada para el momento de evaluación del grupo (Vacheret, 2014). Entre sus muchas bondades se la escogió especialmente porque facilita asociaciones que, al estar mediadas por la fotografía, logran sortear mejor los empeños represivos. A partir de la consigna «¿Cómo fue tu experiencia en el taller de escritura? Dilo con una foto» emergieron significantes que daban cuenta de la intensidad de la experiencia: tanto su carácter íntimo y contenedor como su dimensión amenazante y persecutoria.

Uno de los comentarios surgidos en este momento refirió a la relevancia que tuvo para los participantes que el monitor se ubicara como un participante más: mostrando sus propias producciones escritas y exponiéndose como un par ante los otros. Este hecho propició una discontinuidad con el resto de instancias de formación a las que estaban acostumbrados (léase supervisión, grupo de estudio, cursos universitarios, entre otros), donde los participantes quedan típicamente ubicados del lado del desconocimiento, mientras que el conductor del grupo queda sobreinvestido como el detentor del saber. Dicha estructura puede dificultar que el conductor del grupo aparezca barrado —sujeto de lo inconciente al igual que los demás—, una característica que nos parece central en la formación de psicoterapeutas de orientación analítica.

Proyecciones

Tras esta experiencia formativa piloto emergieron consideraciones que permitieron pensar en ajustes para una siguiente versión del taller.

Un primer aspecto refirió a la necesidad de reflexión continua sobre los aspectos grupales de la experiencia. En primera instancia, los objetivos del taller apuntaban al desarrollo de una técnica (la escritura) con énfasis en el carácter personal de la formación como terapeuta. Sin embargo, el grupo en su rol de Otro (a saber, el lugar donde se ponían en tensión las significaciones personales), así como la emergencia de las transferencias intragrupales y sus efectos tanto facilitadores como resistenciales ameritaban un examen más continuo. Dos de los participantes de la primera versión del taller manifestaron su interés en participar como apoyo para una segunda versión. Esto habilitó un segundo espacio de reflexión grupal, el cual serviría para metabolizar la experiencia del taller, facilitar la elaboración de intervenciones y hacer ajustes al dispositivo de acuerdo a los momentos del grupo.

A nivel de los contenidos, se programaron algunas sesiones adicionales para el ejercicio de la escritura autoanalítica sobre los casos clínicos de los terapeutas. Hacia el final de la experiencia de la primera versión del taller, algunos participantes comenzaron a advertir que esta forma de escritura parecía tener efectos en el modo en que se aproximaban a sus casos y a las dificultades que les representaban. El carácter de asociación libre que otorgaba este método permitía vincular aspectos que muchas veces no tenían lugar en la supervisión clínica, principalmente porque referían a aspectos contratransferenciales o de la propia neurosis que no querían ser expuestos en dicho espacio. Además, porque permitía explorar ideas muchas veces inconexas que no siempre satisfacen la necesidad de inteligibilidad de una discusión clínica, pero que no obstante pueden ser relevantes de explorar para el terapeuta.

La experiencia de este taller formativo demostró ser una propuesta interesante, tanto para los terapeutas en formación como para la institución, y nos motiva a seguir desarrollando e investigando sus implicancias.

Resumen

El artículo describe la implementación de un Taller de Escritura Auto-analítica: un dispositivo de formación complementaria para psicoterapeutas de orientación psicoanalítica en un contexto telemático.

Se revisan antecedentes del uso de la escritura en psicoanálisis, como herramienta terapéutica y su uso en la formación de psicoterapeutas. Asimismo, se tematiza la controversia en relación al «autoanálisis». Se enfatiza la relevancia de un dispositivo formativo que articule la escritura y el autoanálisis.

Se describen los objetivos y metodología del taller. Se relevan algunos de los hallazgos en relación a la función del grupo, la emergencia de la resistencia y sus aportaciones como dispositivo complementario de formación.

Palabras clave: escritura terapéutica; autoanálisis; formación psicoanalítica

Referencias bibliográficas

Álvarez, S., Barrientos, R., Barriga, N., Bonnefoy, P. y Espinosa, S. (2020). Taller de escritura autoanalítica: creando un espacio para registrar lo que no se nota cuando anotamos. X Jornadas de Reflexión de Casa del Cerro.

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